Acción crítica sobre el machismo y el canon de Belleza impuesto a las mujeres y los hombres por la sociedad de consumo.

Dentro de una pecera de vidrio transparente instalé diversos elementos mobiliarios en miniatura como ser mesas, sillones, sillas, lámparas. Interactuando entre ellas, varias muñecas Barbie con vestidos de carne entallados, permanecían en actitudes cotidianas como ser charlar, observar a través del vidrio o masturbarse en una cama deshecha.

Al iniciar la acción, vestido con ropa “elegante sport”, caminé entre los presentes llevando en mi mano una Barbie en bandeja. La mostraba, la exhibía, al tiempo que dos hombres ofrecían revistas pornográficas a las personas presente, invitándoles a ver la “Carta de Carnes”.

Desde fuera, a modo de un voyeur anónimo, tanto adultos como niños -de ahora en más, llamadas “clientes”- podían ver el interior y escoger su Barbie personal. Previo pago de $10, la muñeca fue por ellos mismos desvestida y su cobertura de carne llevada a una persona encargada de asarla en una parrilla. Como comprobante de pago, daba a cada cliente un pequeño flyer donde se veía una foto de una mujer desnuda y un teléfono donde contactarla; flyers que no eran otra cosa que publicidad de prostitución extraídos de las calles de Buenos Aires. Al reverso de dicho flyer, escribía el nombre “Barbie-Cue”, la fecha de acción y mi firma. Cada cliente recibió en contraprestación un Sándwich de Barbie a la parrilla. O como dirían en Estados Unidos… una Barbacoa. O, mejor dicho, una “Barbie-cue”.