¿Es el otro un otro o somos (nos)otros los otros? La mirada ciega la visión. Está condicionada por el saber previo. La palabra integra o anula, según sea su uso. ¿Escuchamos aquello que no queremos escuchar? ¿Cuánto hay de mí en la mirada del otro, y cuánto hay del otro en mi propia mirada del mundo?
Los medios masivos de comunicación hace tiempo que cerraron sus “bocas” mediáticas frente a la situación de represión vivida por el pueblo Mapuche a manos de los distintos gobiernos chilenos. Las personas (en su mayoría) tampoco parecieran querer escuchar lo que no se dice, asegurándose de esta manera no ver una realidad que atañe a (los)otros. De esta manera se completa una tríada que garantiza la continuidad de un sistema excluyente y exclusivo. Habiendo sido invitado a participar del Encuentro de Arte y Política de Temuco -al sur de Chile-, me pregunté cuánto tenía para decir de una cultura que aun no conocía. ¿No sería mejor escucharlos antes de hablar? ¿Y mis ojos que prejuzgan al otro, que lo construyen -exaltándolo o disminuyéndolo- no están anulándolo de cierta manera? ¿Es la persona anterior a su apariencia o la misma la precede? ¿Acaso quién discrimina a otra persona por tener rasgos indígenas no está haciendo lo mismo que quien la valora por dichos rasgos? Con estas preguntas dentro de mí me propuse transitar por la ceguera, mudez y sordera que la sociedad en general mantiene con la situación del pueblo Mapuche, para luego -reapropiándome de esta actitud- subvertirla y desandar el camino transitado por la cultura dominante en esta región del continente.
A modo de proyecto me había propuesto viajar el día lunes 28 de noviembre en un bus nocturno que me llevaría, tras 9 horas de viaje, desde la ciudad de Santiago de Chile hasta la ciudad de Temuco. Iniciaría mi accionar durante ese trayecto bloqueando con tapones y parches mis oídos, otros parches para mis ojos y una cinta de fuerte adherencia para la boca. De esta manera, anulando la función de estos órganos proponía aislarme del entorno que me rodeara, llegando a una ciudad que no conocía para ser recibido por personas que nunca había visto. Sin posibilidad de relacionarme con ellos, permanecería todo el día martes en esa situación de triple negación, pudiendo recuperar la audición recién en la mañana del miércoles cuando retirara de mis oídos los tapones y parches colocados. Dedicaría todo ese día a escuchar a las personas y al contexto que me rodeara, procurando introducirme en él de manera receptiva, buscando de esta manera aproximarme a una cultura que me era ajena. El jueves liberaría mi boca, liberando por ende mi capacidad de hablar pero conservaría aún los parches en los ojos, asegurándome de esta manera que los mismos no pudieran construir al otro desde su apariencia. El viernes, luego de 3 días de interacción donde la vista quedaría fuera de juego, habría de retirar los parches de mis ojos, recuperando la visión. De esta manera me proponía no solo obstaculizar el círculo vicioso de la tríada negadora de la alteridad, sino también permitirme frenar los vicios propios dejando que también sea el otro quien se construyera para mí.
En el Encuentro de Arte y Política de Temuco, la política fue el arte del encuentro.
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