Festival “Zonadeartenacción”.
17 de noviembre de 2010.
EMBA, Quilmes, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Agradecimiento muy especial a Verena Stenke, Andrea Pagnes y Lorena Avallar por su ayuda y contención emocional.
Registros fotográficos por Carlos Zavarce, Nelda Ramos y Gabriela Alonso.
Registro Narrativo: Acción propuesta, tomando como eje el concepto de Velo y entendiéndolo como aquello que nos separa del objeto y no nos permite aprehenderlo en su totalidad. Tras el sensacionalismo de los medios de comunicación que todo lo espectacularizan, se esconde una verdad distinta a la vendida por ellos. ¿Hasta cuándo seguiremos comprando realidades espectacularizadas?
Dos espacios. El de fuera iluminado; el de dentro a obscuras. Entre ambos una puerta que los comunica. En ese entremedio, colgué del marco de la puerta una roldana y una soga atada a un saco de tela blanco que tenía un corte en uno de sus lados. Invité a las personas a ingresar al espacio sin luz excepto quienes me iban a ayudar en la acción, los cuales permanecieron en el espacio iluminado. Ingresando en el saco vestido solo con ropa interior, lo cerré cosiéndolo para que nada pueda entrar ni salir. Nadie pueda ver el interior ni ser mirado. Previo a esto, decoré el espacio de manera armoniosa. Unas velas encendidas y dispuestas en forma de semicírculo por debajo y al frente del saco, esparcían una luz amarillenta que al tiempo que generaba un clima cálido, contrarrestaba parcialmente la iluminación que provenía de por fuera, de manera tal que la tela se volvía lo suficientemente traslúcida como para ver lo que acontecía en su interior, pero lo suficiente opaca como para no comprender bien que sucedía realmente allí. A un metro de la puerta dejé una botella de alcohol de farmacia y un poco de algodón. Este elemento, que a simple vista parecería un descuido accidental, fue dejado allí como una nota disonante para con lo armonioso del espacio. Si hay alcohol y algodón es porque puede haber necesidad de su uso en caso de accidente. Una nota de sensacionalismo. Mientras varias personas intentaban elevarme jalando de la soga, saqué un brazo por fuera del saco y deposité en el suelo, justo por debajo, un metrónomo que marcaba un tiempo más lento que el ritmo cardíaco de una persona en reposo. Cuando, no sin gran esfuerzo e incidentes, las personas que me ayudaban tirando de la cuerda me dejaron finalmente colgando dentro del saco cerrado, encendí una pequeña radio que junto a otros elementos había dejado oculta a la vista de los demás. Recorriendo lentamente el dial en la frecuencia AM fui pasando de programa en programa hasta llegar de un extremo al otro y vuelta al inicio, donde fijé la señal entre medio de dos frecuencias de manera tal que se podían escuchar simultáneamente los dos programas radiales pero sin poder comprender realmente nada de lo que sus locutores comentaban. En este contraste de pulso lento del metrónomo y cruce de voces ininteligibles, se generó un ambiente casi soporífero según lo que luego algunas personas me comentaron. Dentro, y a salvo de las miradas, corté la circulación de mi brazo con una banda elástica y comencé a extraerme sangre por medio de una jeringa conectada a una sonda. Sangre que luego derramaba en la base del saco. Hacía mucho calor y lo reducido del espacio e incomodo de la posición, impedían que pudiera realizar correctamente la extracción. Le erraba a la vena, se salía la aguja de lugar. Tuve que intentar varias veces buscando sangre en distintas partes del brazo y de mi pierna. La acción tenía que continuar hasta que alguien la interrumpiera. Esa había sido mi intención inicial. Pero no había previsto que la tela, al ser nueva, no absorbería rápidamente el fluído. Estando mas impermeable de lo pensado, se generó dentro un charco de sangre que en nada goteaba fuera. Me contaron luego que quienes observaban me veían realizar movimientos con el brazo pero sin poder identificar bien que era lo que hacía. Algunos pensaban que me estaba masturbando o escribiendo en el cuerpo. Pero no fue hasta que casi 20 minutos después de iniciada la acción, cayó la primer gota de sangre al piso. El reflejo de la luz de las velas la volvió dorada creyendo algunos que era orina. “Es que el espacio y el tiempo de la acción era tan Zen que como íbamos a pensar que dentro sucedía lo que realmente estaba sucediendo”- fue un comentario que recibí luego de una de las espectadoras. Cuando cayó otra gota y luego otra más, se me acercó Lorena Avallar a preguntarme si estaba bien. –Si, tranquila. Estoy bien. Esto es puro sensacionalismo– Le contesté. Pero ella respondió que ya no podía dejarme dentro del saco y que me iba a sacar. Pidió una tijera y cortando la tela hizo una abertura lo suficientemente grande como para que pudiera saliera. Al ver las personas en ese momento lo que sucedía dentro, reaccionaron bajándome rápidamente y depositándome en el suelo con cuidado. Por mi parte, yo que había entrado ya en un estado frenético sin poder detener lo compulsivo de buscar venas donde sacar más sangre en ese microclima tan espeso de calor y sudor, al ser visto por los demás, sentí una gran vergüenza. Como si me hubieran descubierto haciendo algo que no debería de haber hecho. Bajé la vista y continué con mi tarea. Verena Stenke y Andrea Pagnes se acercaron. Andrea me abrazó y me dijo –Calma, ya está. Déjalo ir. Relájate ahora– Me dieron una toalla para que me seque y algodón con alcohol para limpiar mis heridas. Había iniciado la acción con la intención de no detenerme hasta que alguien me frenara. Depositar en el otro la decisión. Cuestionar el sensacionalismo que anula las sensaciones. Preguntarme si la sangre derramada puede ser espectacularizada. Quería experimentar el camino inverso a lo que vengo investigando desde hace algunos años con las acciones de Des(Velo). Pero subestimé el poder del Velo. |